martes, 17 de julio de 2007

Un gigante que le marca el pulso al mundo


China, cuarta mayor economía del mundo detrás de EE.UU., Japón y Alemania, creció al 9 y 10% anual en los últimos 20 años, un ritmo notable que 5 siglos después la reubica en un lugar central de la acumulación global. La aceleración de su crecimiento empezó con la apertura económica que el gobierno comunista, de régimen muy centralizado, estatista y de partido único, decidió en 1978, dos años después de que muriera quien había conducido al país desde la Revolución de 1949, Mao Tse-tung.

Su sucesor, Deng Xiaoping, muerto en 1997, fue el cerebro de los reformistas que decidieron un modelo de apertura comercial y alianza con el capital y a la vez un mantenimiento férreo del control político del Estado a través del Partido. Y si bien hubo críticas a la falta de libertades políticas por parte de Occidente, China se convirtió en un negocio tan abrumador que no recibió los castigos de otros países que no aceptaron las reglas de la democracia liberal.

La expansión china luce, se dijo muchas veces, datos que impresionan. El PBI per cápita se duplica cada lustro. Hoy es de US$ 1.600, un tercio que el de Argentina. El gobierno debe abastecer y calmar a 1.325 millones de personas (44 mil nuevas por día), cuya mayoría vive en el campo y goza poco del boom del consumo que hay en Beijing, Shanghai o Hong Kong. Por eso, si bien se dijo que necesita frenar el ritmo de crecimiento -por efectos ambientales dada su sed de recursos naturales de su suelo o del mundo en general, y por el riesgo de recalentamiento de precios o formación de burbujas especulativas en mercados financieros- no puede aflojar el acelerador de golpe. Teme estallidos en el campo, y ya anota 25 mil revueltas al año.

Las últimas señales para seguir alimentando la economía y a la vez controlar ciertos aspectos fueron la admisión de la seguridad jurídica de las propiedades privadas y regulaciones a la banca y las bolsas. Busca así seguir atrayendo capitales externos, que le llegan en masa por la abundante y barata mano de obra, ahora bajo reglas capitalistas. Otro dato reciente que habla del fenómeno: se radicaron en China 30 mil firmas japonesas, que emplean a 9 millones de personas.

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